La peor reunión de mi vida, hasta ahora

Es posible que al ver el título de este post te has puesto a pensar, ¿Cuál ha sido mi peor reunión en la vida?, o de seguro quieres apostar que esta historia no se compara a la tuya, que puede que en realidad sea la peor reunión de todas, pero te invito a que te quedes a leer esta entretenida historia y aprendas de este pésimo jefe, quien, en un momento de cero tacto e inteligencia emocional, tiró por la borda el esfuerzo de su equipo, sin olvidar su confianza.

Antes de empezar, es necesario contar su antecedente; todo comenzó cuando el encargado de realizar los reportes de seguimiento de asuntos no había elaborado ni uno solo de ellos en año y medio, lo que generó un altercado que apareció en una nota periodística (la cual no señalare para no exhibir más a los involucrados), por lo que generó que en esos momentos las cabezas del jefe y del responsable pendían de un hilo, y, en consecuencia, fuera involucrado mi equipo para hacer un esfuerzo sobre humano en generar, reponer y entregar toda la información faltante, sin olvidar las cargas de trabajo que genera nuestro trabajo habitual.

Durante 3 arduos meses, el área de Seguimiento de Acuerdos era la responsable de recibir los informes que realizamos, siempre con una buena cara, ayudando y marcando las correcciones que fueran necesarias para que cada informe estuviera perfecto, sin embargo, mi jefe en ningún momento les hizo las cosas fáciles, ya que en cada reunión o llamada en la que él participaba siempre se presentaban conflictos y malas caras, con comentarios desafortunados en los que la repartición de culpas por nuestro incumplimiento volvían el ambiente tenso.

La Reunión.

Habíamos terminado de reponer toda la información, y ya solo faltaba solventar pequeños detalles relacionados con un comunicado, por lo que, a petición de mi jefe, concertamos una última reunión con mucha urgencia, en donde me sentía aliviado por qué ambos jefes no se verían las caras.

La dichosa reunión comenzó y en el último momento mi jefe decidió aparecer, con la pésima actitud que lo caracterizaba, y al ver que los subdirectores serían quienes nos atenderían ese día, aperturó solicitando, de una forma altanera, la aclaración del comunicado emitido, y alegando que el jefe del área de Seguimiento de Acuerdos siempre nos dice mal las cosas, siendo su responsabilidad hacer lo contrario toda vez que fungía como nuestro enlace de seguimiento a dichos informes.

Tras la incomodidad de los dos subdirectores ahí presentes, intentaron explicar los alcances de su comunicado, pero dentro de la necedad de mi jefe la situación se volvió más tensas de lo normal tras cada reclamo.

La tensión en la reunión escalaba rápidamente, mi jefe y los subdirectores levantaban cada vez más la voz interrumpiéndose mutuamente; pero en el momento en que las cosas se pensaban peor, la jefa de ésta área en cuestión interrumpió bruscamente en la sala en la que nos encontrábamos, con una expresión de desprecio y, en pie de guerra, le reprochó a mi jefe su mal actuar, expresando su cansancio ante su pésima actitud, y que debía venir con respeto, recalcando que todo el problema en la entrega de informes era completamente su culpa y que solo dios sabe que tratos tenga en nuestra dependencia, ya que por lo sucedido era escusa suficiente para ser despedido como Director General.

El momento no pude ser más incómodo para los ahí presentes, mi jefe, con su tono altanero, hacia molestas contestaciones, y culpó a los subdirectores en pasar mal la información a través de sus celulares, e intentaba contratacar sin mayores elementos, a mi parecer la reunión se había vuelto una verdadera locura.

El momento de mi error

La responsable del seguimiento de los acuerdos amenazó a mi jefe con informarle a las autoridades en nuestra dependencia sobre las omisiones en las que incurrió mi jefe y que con su sola presencia entorpecía la sana operación de la entrega de informes con la esperanza que iniciar un proceso sancionador, pero ante la soberbia de mi jefe, arremetió contra el tema, dejando en claro que todo nuestro esfuerzo sería en vano y no sería aceptado.

Ante esas amenazas, en un momento de valor o estupidez, la interrumpí y comencé a exponer la situación, desde la persona que abandono el tema, el mal seguimiento que se le había dado, nuestra ignorancia ante el tratamiento y entrega de los informes, sin quitar el dedo del renglón que el tema debía salir más por ser una obligación mandatada por ley u no por altercado mediático, y que era tanto nuestro interés, aun en nuestro desconocimiento exacto del tema, que estaba demostrado que en tres meses se había logrado el trabajo de año y medio.

Tras los continuos intentos de interrupciones, no me detenía en dar las explicaciones de cada informe y de cada situación que se había presentado en esos tres meses. Llego un momento en que se habían calmado las personas de seguimiento de acuerdos, y terminaban dirigiéndose hacia mí persona, concluyendo que continuarían brindando su ayuda y nos proporcionarían los materiales necesarios para que en, el futuro, la entrega de los informes ya no tengan problemas.

Concluyó la reunión entre risas y agradecimientos, no habría denuncias e incluso el plazo para reponer los detalles finales sería ampliado, pero mi jefe, sin decir una palabra, se levantó y se salió sin nosotros del edificio; durante todo el camino no nos dirigió la palabra hasta en la noche en que nos citó a su oficina, cerró la puerta y comenzó el regaño, él se sentía ofendido por la actitud presentada por la responsable del seguimiento de acuerdos, pero aún más, por qué, antes sus ojos, yo había agradecido sus insultos y no los había sacado de su idea de que éramos unos incompetentes, él solo deseaba que en verdad cumpliera sus amenazas, y solo nos preguntaba que si él era el problema en esta situación, porque de ser así pediría que la entrega de informes ya no fuera de su área. Ante mis ojos, y la de la otra abogada que nos acompañó y ayudo en el tema, el jefe estaba haciendo berrinche.

Al siguiente día, nuestra oficina no volvió a la normalidad, la tensión podía cortarse con un cuchillo, y el mal trato en mi contra se hizo más evidente día con día, me esperé a inicios del siguiente año, preparé mi salida y cobre mi aguinaldo para terminar con mi renuncia, sin embargo la cabeza de mi jefe cayó primero por las grandes omisiones en las que había incurrido, los meses pasaron y nunca más nos volvimos a hablar, seguí un nuevo camino y ésta situación solo se me regalo nuevas experiencias.

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Te envío un saludo

Alejandro.

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